
Existen y viven entre nosotros. Son los elementos decorativos que nunca mueren, siempre vuelven para ocupar un espacio en nuestras vidas. Ya sea en casa de tu abuela, en la de tu madre, en la de un amigo raro o… por muy terrorífico que te parezca… ¡en la tuya propia! Porque a veces mutan, convirtiéndose en algo parecido a lo que antaño fueron, y logrando pasar desapercibidos.
Seguro que un día, hoy lejano, juraste no tener un tapete de ganchillo o un cuadro de un ciervo. Sin embargo, como el desodorante, una cosa es que tú no quieras y otra muy distinta es que ellos te abandonen. Jamás lo harán… JAJAJAJAJAJA (leer la carcajada con tono siniestro y pensar en rayos y truenos). Conozcamos algunos de ellos:
Ciervos, da igual en cuadros, que en figurillas, que estampados.
Las telas que sirven como puerta de armarios de cocina, roperos o cajones.
Los tapizados en terciopelo.
Los relojes de cuco (con o sin pajarraco cantor!)
Los paneles que camuflan las televisiones para que el dormitorio o salón luzcan más bonitos (¿?)
Los crucifijos o cuadros religiosos que cuidan de nosotros al ponerlos al lado de la cama.
Los baúles o maletas como mesillas.
Los carritos mini-bar, con un surtido de tus mejores bebidas para disfrutar con los invitados.
Las librerías de pared a pared (aunque esta sea de mentirijillas)
Los cuadros de paisajes bucólicos-pastoriles y los de personajes ilustres de siglos pasados.
Los papeles de pared con estampados geométricos o rarunos.
¿Tienes en casa alguno de los elementos decorativos citados? ¿Tu abuela te regalo un tapete de ganchillo cuando te compraste el piso? ¿Deseas el cuadro gigante de tela de alfombra donde un ciervo es perseguido por unos perros de caza y no sabes dónde comprarlo? Déjanos tus comentarios sobre este tema, seguro nos dejas ojipláticos.
Un abrazo Superdecorador@s!